Entre el primer y el tercer año de vida muchos niños pegan: es su forma de reaccionar si están enfadados, defendiendo su territorio ante los hermanos u otros niños, o si necesitan descargar su ansiedad al enfrentarse a una situación nueva o que no les agrada. Se trata de una conducta muy exasperante para los padres, pero que deben afrontar con calma y comprensión.

¿Por qué pegan los niños?

Cuando un niño pega siempre hay un motivo detrás. Si todavía no saben hablar o no se expresan con corrección, es posible que simplemente peguen como forma de comunicarse y llamar la atención, mientras que otras veces es una muestra de frustración por algo que no les gusta. Los niños también tienden a arrear cuando se enfadan o quieren probar vuestros límites pero, sobre todo, un niño pega cuando está celoso de otro, muy en especial de sus hermanos.

Y es que es muy difícil aprender a compartir -–sobre todo a los padres– con sus iguales, y relacionarse con otros niños sin considerarlos potenciales enemigos, cuando se está acostumbrado a ser el centro de atención. Son sentimientos normales que no hay que negar, sino enseñarle a canalizar de otra forma que no sea pegando, una conducta inadmisible que los padres no deben ignorar, minimizar o, peor aún, animar, en la falsa creencia de que es una demostración de carácter.

Cómo evitar que tu hijo se comporte de forma agresiva

Los niños necesitan ser comprendidos y que les pongan límites para su correcto desarrollo, y los padres son los encargados de establecerlos por ser ellos los principales proveedores de su seguridad física y psicológica. El respeto por los demás es una norma que se aprende, sobre todo, en el seno familiar.

Te damos algunas pautas de actuación ante un niño que pega:

  • Si quieres que no pegue, no le pegues tú: la exasperación que produce que tu hijo pegue a otro niño o a algún miembro de la familia (adulto o menor), puede hacer que respondas con un cachete, que quizás te alivie momentáneamente, pero le estarás mandando al peque el mensaje equivocado porque los niños aprenden, sobre todo, de lo que ven.
  • Apártale de la situación y exprésale tu malestar: llévatelo de donde estéis a un sitio más tranquilo donde te puedas comunicar con él sin interrupciones. No le insultes ni le menosprecies; tu hijo no es malo, sino que se ha comportado mal, y ese es el mensaje que hay que transmitirle, con voz y gesto firme, para que sea consciente de nuestro disgusto.
  • Si está muy alterado y no quiere ni escucharnos, démosle un tiempo de reflexión. Los enfados pueden ser muy aparatosos, pero si le retiramos la atención al final se calmará. Es imposible razonar con un niño fuera de sí. Una vez calmado, ayudadlo a que pueda comunicar lo que siente con sus propias palabras y reforzarle en la idea de que pegar no es nunca la solución.
  • Anímale a pedir perdón sin forzarlo: los niños muy pequeños no entienden bien por qué tienen que decir “lo siento” al no ser capaces de ponerse en la piel de los demás, pero es importante fomentar en ellos la empatía para que vean que sus acciones pueden tener consecuencias negativas, como lastimar a otro.
  • Refuerzo de la conducta positiva: a veces, da mejor resultado transmitirle a tu hijo que estáis muy contentos si, por ejemplo, está jugando tranquilamente con su hermano, que recordarle como un mantra que no se pega. También le podéis felicitar si es capaz de transmitiros un deseo sin alterarse ni pegar para que le hagáis caso.
  • Si observamos que nuestro hijo responde siempre de forma violenta y no atiende a nuestros requerimientos, hay que ponerse en manos de un especialista que nos ayude a reconducir la situación.

Fuente: webconsultas

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